se despertó enceguecida
de tanto sol de avenida,
y agosto que ardía por dentro
en el sopor del cemento
"porque nunca hay invierno
en un fuego de alma herida"
leyó, reconocida,
en esa figura espontánea
que nacía del relato
mientras cubría el retrato
para despejar la bruma
no hubo un cielo que resuma
su canción de despedida
iba silbando un rocanrol
que ya sonaba lejano
en esa calle a contramano
del olvido y de sus años
"porque nunca hay invierno
en un fuego de alma herida"
leyó, ya decidida
en el andén de otra ciudad
que no la estaba esperando.
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