En el espejo,
en la acuarela gris
de los cables de teléfono
bailando sobre las terrazas,
ejecutando una sinfonía
con inerte perfección
en la indiferencia,
en las plazas que contienen
el hastío de la tarde
sobre el ruido de remaches
y de sórdidas preguntas
en el temor del desvelo,
en la pequeña agonía
de los sueños más propios
con intensidad ajena
en la lucha,
en la inmensa paradoja
del valor contraído
en un absurdo destiempo
en la profundidad de la luz
que atraviesa los miedos
nos esperará,
tan sutil como inmutable,
aquel primer encuentro.