lunes, agosto 24, 2009

Detrás

como sonrisa de vieja postal
como un abril perfumado
como lágrimas de agua clara
como dos espejos azulados

como el ruido de Occidente
como la luna que no llena
como un velero en el río
como estandarte de la pena

como silueta en la penumbra
como promesa de estación
como una cálida brisa
como alivio a la desazón

como una playa desierta
como el punto sobre el final
como esta costumbre de evocarte
como una experiencia irreal


como el anhelo de libertad
como las huellas de mis pasos
como aquel absurdo motivo
como tu historia y mi fracaso

como la última noche de invierno
como risas de complicidad
como esperanza en estado puro
como herida que acecha a la verdad

como eso y mucho más me siento
como para escribir mil comos más
como sabiendo que este día vendría
¿cómo sería mi suerte, si estuvieras detrás?

domingo, agosto 16, 2009

Mi primer cuento: El elegido.

El minuto más corto de su vida había pasado así, ante sus ojos todavía turbios y convulsionados. No hubo reacción trivial, ni nada que se le parezca; sólo un gesto adusto, una ágil media vuelta y a caminar. Intentaba acomodar sus pensamientos de alguna manera al menos comprensible, mientras la lluvia y el intenso tráfico hacían aún menos presurosa su marcha.
Caminó alrededor de cuatro cuadras sin saber hacia donde se dirigía, hasta que se detuvo en el toldo de un almacén, aprovechó para ingresar y compró una caja de fósforos. Al salir, prendió un cigarro cubano, regalo de un amigo de la infancia, y trató de rememorar cual era su destino inmediato. "La plaza Garibaldi, justo enfrente de la casa de Don Fulgencio" recordó. Hacia allí se dirigió, empapado por la lluvia y confundido por la situación.
Nunca fue un hombre ejemplar, de esos que se destacan por sobre el resto; algunas veces lo oyeron decir que su destino errante se debía a una ironía de la vida, no a su forma de vivir. Llevaba sus cuarenta y nueve años en el bolsillo, un poco golpeados por el trajín de un camino lleno de piedras. De barba cansada y ojos rasgados, con convicciones firmemente arraigadas, fue zurciendo con el hilo del azar su propia historia, esa que hoy me toca contar.
Sus años se consumían entre bares y esquinas,en los suburbios de una ciudad que visiblemente ya no es la misma que él recuerda haber transitado alguna vez (o al menos eso creyó).
Dirigiendo su marcha hacia la plaza, pudo observar a su alrededor, como detenido en el tiempo, a la gente caminar a su lado con paso ligero, los autos compitiendo en una carrera sin sentido ni final, los relojes diagramando los próximos segundos, porque todo era cuestión de aprovechar el momento inmediato, no habia pausa ni después; pero no sólo eso: también pudo observar la magia de las nubes que anuncian la calma, acariciar la silueta del viento con sus manos,sentir aroma a café recién molido y perderse en los grandes ventanales que pronto reflejarían un arco iris en todo su esplendor. Simplemente atinó a pensar que no era necesario recorrer grandes distancias para viajar con los sentidos, todo estaba ahí, delante de su existencia, lejos del olvido.
Decidió pasar a saludar a su querido Don Fulgencio antes de concretar la cita en la plaza. Golpeó repetidas veces la puerta negra y desvencijada de su caserón, pero nadie atendió.Con un poco de tristeza se acercó hacia la casa de al lado, y preguntó por su paradero .Una amable anciana le respondió: Fulgencio falleció esta mañana. -Gracias por la información
señora, me lo temía- replicó. Ante el afligido rostro de la mujer, el hombre cruzó la calle y luego de dar un pequeño paseo, se acomodó en un banco húmedo y desprolijo que alguna vez fue verde.
Miró distraídamente un recorte de diario que encontró en el piso, y cruzó sus piernas. En ese preciso momento, una mujer elegante pero sencilla, de tez pálida y de rubia cabellera, se sentó a su lado.
-Perdón por la demora.Vengo a buscarte, como habíamos acordado.- dijo ella con dulce pero enérgica voz.
-Ya lo sé, sólo que no tuve tiempo de despedirme. En fin, ya no hay nada que pueda hacer.-rezó el hombre, cansado y algo aturdido.
Partieron así con destino incierto, mientras la lluvia amainaba en la ciudad.
Ya era tarde para valorar los pequeños detalles que lo rodearon durante su penosa estadía; no importó su nombre, su patria o su credo.
Diecisiete minutos antes, la revelación se había consumado. Era el elegido.

martes, agosto 11, 2009

Luces de marfil

no es necesario decir
que nos arrepentimos de todo
para asumir la consecuencia
de lo etéreo, de lo vacuo

si se perdiese entre mis manos
lo que quedaba por decir
o si las palabras solas
no alcanzaran como promesas

dejaría en otra voz el ruido
por una razón al menos austera
pero realmente no tiene sentido
en esta oración sin creencia

breve en espacio y en esencia
un fulgor nos atraviesa
llueven luces de marfil
sobre nuestras heridas abiertas

y en ese instante de temor
florecerán sueños y miserias
escondidos bajo la alquimia
queriendo unir cielo y tierra.

domingo, agosto 02, 2009

Efímero

esta mañana desperté
sobresaltado y algo perdido
vi pasar coches, calles y esquinas
vi luces de oficina, vi mujeres de blanco
vi sentado en un banco
a un anciano falto de alegría
su vida,retrato de una ironía
que encuentra un triste soñador
despojado ya de amor
llevando a cuestas su historia
¡Qué cerca estuvo la victoria
de acariciar sus manos frías!
y así fueron callando los días
sin saber el destino de su esencia
me bastó tener su sola presencia
para entender lo efímero de las horas
partiendo así, sin absurdas demoras
hacia un ansiado paraíso
sólo que antes la suerte quiso
acercarlo a esta travesía
una paradoja, una fantasía
lleva escrita algo más que verdad
descubrir la fórmula de la felicidad
muchas veces nos cuesta la agonía
llegó la noche y me perseguía
el insomnio creyendo en la enseñanza
muchas veces la esperanza
está tan solo debajo de mis pies.